Quienes venimos a este mundo somos irremediables suicidas, pero no todos de la misma calaña. El suicida inevitable es el que se sabe condenado a morir, ya sea de un infarto, un cáncer o un accidente en carretera. El suicida vocacional, en cambio, es el que se pega un tiro en la cabeza. Esta última condición es sólo humana, ya que es muy raro ver a un orangután o a una leona, a un elefante o un buitre, que decidan clavarse una reja puntiaguda.