Konrad O El Niño Que Salió De Una Lata De Conservas

Criatura, ahora vas a lavarte y a vestirte como es debido y a ponerte a trabajar, ¡pero rápido!

Cuando la señora Bartolotti hablaba consigo misma, siempre se decía «criatura

—¡Porque la gente es terriblemente aburrida! —dijo la señora Bartolotti— Porque no tienen fantasía y a todos les gusta lo mismo y no se atreven a nada.

—¿Tengo que seguir siendo así siempre? —preguntó Konrad.

—¡Dios nos libre! —exclamó el señor Egon.

—¿Tengo que volver a ser como antes? —volvió a preguntar Konrad.

—¡Dios nos libre! —exclamó la señora Bartolotti.

Kitti le pasó el brazo por los hombros y dijo:

—Mira, Konrad, ya lo arreglaremos.

«Circunstancias excepcionales requieren medidas excepcionales»

—Querido hijo, estupendo que ya puedas decir «imbécil». ¡Estoy orgulloso de ti!

—Criatura, ahora estás gris y fea como un piojo. Pero, al menos, es seguro que así no te reconocerá nadie.

—Y, encima, yo no cocino como es debido, llevo demasiados colores en la cara y Egon afirma que no soy una buena madre.

Llamamos su atención sobre el extremo de que los niños-instantáneos, en cualquier circunstancia y en cualquier época de su vida, continúan siendo propiedad de la fábrica y sólo son entregados a los padres, igual que el aparato telefónico, a título de préstamo, para su crianza y disfrute.

Kitti opinaba que las cosas malas que se conocen son menos malas que las que no se conocen.

La señora Bartolotti evitaba enfrentarse a las cosas desagradables. Tampoco abría nunca las cartas de Hacienda.

—Olvidemos la carta —propuso—. Quemémosla, como si nunca la hubieran traído.