La clase media quiere tener trabajo (de hecho, quiere tener mucho trabajo) y su mayor miedo es perderlo (ser despedido, no encontrar clientes, bajar de nivel o rango, dejar de ser útil para la empresa, verse forzado a cerrar el negocio y otras modalidades de submiedos). Los ricos, en cambio, a lo que temen es al trabajo mismo: ¡qué indignidad, qué deshonor mayúsculo si tuvieran que ponerse a trabajar! Muy lejos de ambos grupos están los pobres de solemnidad, que, como no tienen nada de nada, tampoco tienen trabajo (y bien que cargan con el estigma: vagos, caraduras, etc., a pesar de que nadie jamás quiere emplearlos). En todo caso podemos concluir que perder el trabajo (el espectro del paro extendiéndose como una marea de chapapote) es un miedo muy vulgar, solo de clase media