Cunnus

El sexo es un acto que ha podido ser violento, placentero, un deber o un vicio

La política romana usaba de una forma continua, insistente y agotadora la sexualidad como arma política.

Autores tan reconocidos como Aristóteles o Plinio creían con firmeza que la sangre menstrual podía estropear espejos y espadas, matar a las abejas, provocar abortos en el ganado o la rabia.

Medea, en la obra de Eurípides, decía que prefería tres veces ir a la guerra que los desgarros de un solo parto.119 En la batalla aún podías tener suerte y volver sin un rasguño, en el parto era imposible.

También es tristeza lo que vemos en Cicerón, cuya hija, a la que amaba profundamente, murió a consecuencia de un parto. Pese a toda la sobriedad del orador, su llamada a cumplir con un estoico mos maiorum y su burla a la debilidad ajena, sus lamentos fueron públicos y notorios. Su amigo Servio Sulpicio Rufo le escribió una larga carta de consuelo, a la que Cicerón respondió, doliéndose.134 Cicerón escribe porque nada le consuela, ni la familia, ni los amigos, ni la política. Escribe cartas y libros para evitar los pensamientos intrusivos. Son imágenes que nos alejan de la visión tradicional sobre la falta de amor y ternura en Roma, la imagen de familias frías y padres de familia distantes

En el 189 a. C., la esposa de un régulo gálata es capturada y, más tarde, violada por el centurión que la guardaba que, además, le propone liberarla a cambio de una elevada suma. La mujer aprovecha el trato y, en el momento del pago, ordena a sus soldados matarle. Cuando se presenta ante su marido lo hace arrojando la cabeza del soldado a sus pies.147 La mujer paga con la vida del soldado por la suya y, aun así, tuvo que dar excusas y demostrar durante el resto de su vida su castidad y lealtad. Ni Livio, ni Valerio Máximo, que también cuenta su historia, dan el nombre de la mujer, que solo conocemos por Polibio: Quiomara.

Cuando Amy Richlin tuvo que buscar un nombre para su trabajo sobre humor, masculinidad y agresividad en el mundo clásico eligió precisamente el título The Garden of Priapus, no solo por la presencia destacada de este dios, sino por su propio simbolismo. Ya hablamos en el primer capítulo sobre la vinculación en el lenguaje y en el imaginario entre el falo y las armas

En ciertos espacios sagrados estaba prohibido, directamente, parir o morir, como en Delos o Epidauro, y las fuentes nos hablan de algunos emperadores que tuvieron que habilitar y acondicionar espacios cercanos para acoger los «imprevistos».25 Las leyes sagradas griegas y romanas también prohibieron el acceso a algunos sacerdotes, templos u objetos sagrados a quienes hubieran incumplido ciertas normas de pureza, que podían ir desde el contacto con un muerto a haber tenido una relación sexual o haber incumplido normas morales relacionadas con la sexualidad.

Plutarco nos habla de un prodigio que había sido expiado con la muerte de varias vestales, pero, además, con el sacrificio de dos gálatas y dos griegos.47

Méroe y Pánfila en la obra de Apuleyo. Otras quedarían como seres anónimos, como eternos temores en el imaginario