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Marta Sanz

pequeñas mujeres rojas

  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    Paula murió dentro del artefacto. Esto que lees también es un artefacto. Ella no tuvo que ser transportada. Ni adormecida. Ni electrocutada. Ni abierta en canal. Ni refrigerada. Paula está aquí dentro. Ya no podrá salir nunca más.
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    No le vamos a poner color ni banda sonora a la escena. No vamos a calcular los minutos de metraje. La resistencia inesperada de un cuerpo no fresco, no sano, no impoluto.
    Tan solo piensa en las palabras: sangre, marcajes, descornado, guillotina, atrapadora, collera, blocaje, corvejones... Piensa en cómo las palabras aprietan y retuercen la carne que se deposita dentro de ellas. Las palabras-pesa aplastan. Las palabras-cepo desgarran y paralizan. Despersonalizan.
    Con la descripción del artefacto es suficiente
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    Fauna inútil. Zoológico hostil. Animales mudos que no sirven para nada. Animales que tampoco se salvan a sí mismos con un buen parlamento cuando alguien los balacea o los atrapa en el cepo. Animales que bajan avergonzados la testuz cuando, con sus oídos finísimos de bestias salvajes, oyen los motores de los camiones que transportan cerdos y cochinillos hacia los mataderos. No saben los animales si de Paula también se podrán aprovechar los andares. Porque la coja corre cada vez peor. En círculos sin luna ni tiza que no van a protegerla del demonio. Traza un círculo y salta dentro de él. «No servirá de nada», Paula sonríe y se abraza a un árbol durante un segundo. Resuella. Entre las uñas las piedrecillas molidas del pinar le están haciendo sangre. Paula se los chupa y le escuecen. Le saben malos
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    aula no es depredadora y es de tierra, ni de viento ni de aire: Paula es como los tubérculos y los contadores del gas–, y se arrastra por el lecho de arena y agujos porque le duele menos el pecho que la planta de los pies. Paula, convertida en serpiente, encuentra los caminos de las hormigas rojas y aprieta la cabeza contra los hormigueros, pero no cabe, no cabe, no es lo suficientemente pequeña –quién lo hubiera dicho– para resbalar por los túneles menguantes hacia los depósitos de comida donde podría pasar el invierno, Paula, Paulova, Pequeña y Pulgarcita, escondida, con las hormigas rojas y las avispas muertas
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    por qué quiero escribir un libro sobre el tiempo pasado, la amistad y las mujeres monstruosas
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    Poco a poco, la gran mancha amarilla original se multiplica en manchas de distintos amarillos que se amarronan y definen hasta que Paula logra ponerle nombre a la silueta de María Melgar. Con su nuevo olfato de bestia, debería haberla olido a kilómetros. Pero en ese instante Paula Quiñones solo es capaz de oler su propio miedo y su propia desesperación. María le agarra de las greñas, sucias de sangre, y la obliga a mirar hacia arriba. «Lo hice así», me confiesa María en la sala de visitas del penal echando mano de mi pelo. Enseguida una funcionaria le llama la atención. «Pero también me daba un poco de pena. Y esa pena se volvió en mi contra», María se rasca con la uña una mancha seca de huevo. Tampoco en la prisión consigue mantenerse aseada
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    No hiciste a tiempo una llamada telefónica y, más allá de lo concreto, en el espacio de las supersticiones y los vínculos inexplicables entre los seres humanos, estabas oyendo a Pauli y no te calaste el borsalino para venir a rescatarla
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    Porque, ¿sabes?, esta también es una historia de guerra –ya te lo había dicho– y de antiguos bebedores de anís. Una historia de muertos que no sé si nos ha transmitido alguna enseñanza. Aquí aún seguimos cediendo los asientos a aquellos tenebrosos caballeros mutilados
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    atención. Sin embargo, puede que también otras personas hubieran agradecido una mayor austeridad. Los que no aman la música ni las volutas de los capiteles jónicos. Tenemos grabada a fuego la frase de que no se puede gustar a todo el mundo. Si lo sabremos nosotros, que en una horrible dilatación del tiempo pudimos sentir todo lo que nos odiaba otro ser humano. O quizá ese odio es demasiado grandilocuente
  • Penélope C.alıntı yaptı2 yıl önce
    Nos transformamos para quedarnos pegados al azogue del espejo o para ser molécula de petróleo. Nos filtramos como arenilla por los poros de la porcelana familiar. Nos salen patas al mutar en ácaro de la alergia. Somos la sustancia nutricia que alimenta los cardos borriqueros. No desaparecemos para siempre jamás cuando, supuestamente, se hace justicia y cada oveja está por fin con su pareja y comemos perdices y vivimos felices. Y una leche. A veces nos dan ganas de pedirle un pitillo a Nicolás o que el maestro nos recite un poema de César Vallejo. No es español –español, español–, pero es nuestro preferido
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