El crítico reproduce la obra que critica del mismo modo en que tulipanes y rosas florecen en las alfombras sin flores de Persia, resultando agradables a la vista pese a no estar reproducidas con formas o líneas claras; del mismo modo en que la perla y el púrpura de las caracolas marinas tienen su eco en la iglesia de San Marcos en Venecia; del mismo modo en que el techo abovedado de la maravillosa capilla de Rávena se ve embellecido por el oro, el verde y el zafiro de la cola del pavo real, aunque por ella no vuelen las aves de Juno; de un modo que nunca es imitación, y cuyo encanto puede residir parcialmente en el rechazo de todo parecido para mostrarse a nosotros de una forma que no sólo es el significado sino el misterio de la Belleza, y que, al trasformar todas las artes en literatura resuelve de una vez por todas el problema de la unidad en el arte.