Angustia

La sociedad de consumo parece florecer y crecer mejor en un sentimiento particular de inadecuación que actualmente se experimenta con frecuencia.

En la cultura de hoy en día, cuando la angustia se percibe como algo que hay que aniquilar o por lo menos minimizar y en la que algunos gurús de la industria de la autoayuda convencen a todos de que el amor es solamente cuestión de opción, lo que se ve es la emergencia de una cultura del consejo que trata de encontrar soluciones para la angustia del amor.

En el seminario Encore,94 Lacan señala que el amor siempre involucra alguna incertidumbre. Como el amante ama lo que el Otro no tiene, es decir, la falta en el Otro, nunca consigue que el Otro le dé una respuesta deseada. Lacan va todavía más allá y sugiere que saber lo que va a hacer la pareja no es señal de amor. El amor está ligado al hecho de que, en un último sentido, no sabemos nada del objeto que nos atrae en el Otro y que, al mismo tiempo, el Otro no sabe nada sobre el objeto que está en él y que es más que él mismo, es decir, lo que hace que alguien se sienta atraído por él.

Es frecuente, entonces, que la respuesta de los hombres a los problemas del amor sea aferrarse a rituales obsesivos y reglas autoimpuestas (que supuestamente van a impedir que los aplaste el objeto de deseo); el dilema de las mujeres con la cuestión de qué clase de objeto son para el hombre puede resultar en un rechazo del amor y la decisión de sumergirse, en cambio, en la indiferencia melancólica. Muchas veces se ven esos gestos de resignación en mujeres que se dan cuenta de que no las quisieron como ellas habían esperado o reconocen que dejaron de ser el objeto a alrededor del cual estaba antes la fantasía de amor de un hombre.

Aferrarse a reglas autoimpuestas da a un hombre una seguridad por lo menos temporaria; así, entiende que el orden simbólico está entero y que tal vez ese orden lo haya dotado de poder fálico. Pero acercarse al objeto de deseo abre la posibilidad de que esa fantasía se derrumbe y el hombre quede desnudo, expuesto en su impotencia esencial, en su falta de poder.

Cyrano es un ejemplo típico de neurótico obsesivo, para quien el objeto de deseo es demasiado abrumador y que, por lo tanto, trata de mantener el objeto a distancia, en este caso escribiendo cartas de amor para otro. El obsesivo tiene miedo de acercarse demasiado al objeto de deseo y que el objeto lo devore y lo haga desaparecer; para protegerse de ese objeto que le produce angustia crea todo tipo de reglas, prohibiciones y obstáculos, que se convierten en el pilar de su vida amorosa

Para una chica o un chico, la angustia por la pérdida del amor del dador de cuidados primigenio es uno de los primeros momentos traumáticos, y en la vida posterior, la angustia parece ser un ingrediente esencial de cualquier relación amorosa futura. Hasta la sensación de enamorarse viene en pareja con un sentimiento de angustia que, a veces, puede impedir que el sujeto trate de conseguir a su interés amoroso. En el momento en que nos enamoramos, tenemos nuestra subjetividad temporariamente suspendida en otro sujeto, y por eso experimentamos una angustia que quiebra la percepción que teníamos antes de nosotros mismos.

Por la forma en que se presenta la angustia en los medios populares, da la impresión de que esa sensación es el último obstáculo para el bienestar del sujeto. La angustia se percibe como algo que impide que el sujeto consiga una satisfacción plena en su vida y que, por lo tanto, debería minimizarse tanto como fuera posible, incluso aniquilarse por completo.

Muchas veces, el sujeto quiere que el Otro le haga una demanda y el horror emerge precisamente cuando falta esa demanda, como, por ejemplo, en una situación psicoanalítica, en la que el hombre o la mujer que se analizan están perturbados por la falta de demanda de parte del analista. Los que se analizan esperan recibir instrucciones claras de parte del analista y en lugar de eso reciben silencio o preguntas que obligan a los problemas que ellos plantean a rebotar y volver hacia ellos.

La sociedad capitalista de hoy está haciendo un cambio de largo plazo que va de la producción industrial a la producción cultural, en la que las experiencias culturales son más importantes que los bienes y los servicios. Jeremy Rifkin señala en su libro The Age of Access [La era del acceso] que estamos entrando en un “híper capitalismo” o, mejor dicho, un “capitalismo cultural” que confía en la economía “de la experiencia” según la cual la vida de cada persona se convierte en un mercado comercial:68