—¡Ah!, ¿por qué amo tanto a María? Sin ella no ambicionaría salir de este sepulcro, sin ella la muerte me sería indiferente, e indiferente también la vida que llevo; ¡pero ella!, ¡ella!… ¡es el lazo precioso que me une a la vida, la idea fija y constante en mi cerebro para intranquilizar mi corazón!… Porque todo, todo lo quisiera para ella: ¡riqueza, honores, felicidad!…