El concepto de «desarrollo», aun si quisiéramos depurarlo de su estricto significado histórico, o embellecerlo con adjetivos tales como equilibrado, local o sostenible, no deja de ser problemático. La palabra sugiere una evolución hacia un fin predeterminado. Un embrión «se desarrolla» hasta convertirse en un adulto maduro, que luego envejece y muere. Sin embargo, una premisa de las modernas sociedades liberales es la negación de cualquier finalidad colectiva, así como la negación de todo lo que no implique un ascenso. Sin referentes externos, el desarrollo se vuelve autorreferente: el desarrollo por el desarrollo, el avance de una predeterminada e incuestionable flecha de progreso sin un fin a la vista (