Algo que hemos aprendido de la era de la genómica, gracias a la secuenciación del ADN de cientos de miles de personas, es que la mayoría de las enfermedades no se deben a un defecto en un gen determinado, sino que se asocian a pequeños cambios en un conjunto genes. Si tenemos la mala suerte de heredar una combinación poco auspiciosa de varios polimorfismos en distintos genes y a ello le sumamos, a lo largo de nuestra vida, la exposición a factores de riesgo procedentes del entorno, los efectos combinados de la genética y la epigenética pueden desencadenar diversas patologías, desde un cáncer a una depresión grave.