Acostados ya, le dije a Queequeg que debíamos preparar nuestro plan de acción. Ante mi sorpresa me respondió que, consultado su idolillo, al cual llamaba Yojo, éste le había respondido que yo, Ismael, debería buscar un barco en el puerto, y que pronto descubriría el ideal para nuestros propósitos, y que Yojo jamás se equivocaba.