Sólo cuando Joseph le habló de ello comenzó a sospechar que no es así todos los días, que también existen notas incoloras y que hay motivo para alarmarse si, nada más comenzar a cantar una moza o un mirlo, apenas el tenedor tintinea en el vaso, uno se ve envuelto por un abigarrado torbellino de pasos danzarines. Y torbellino es lo que más tarde experimenta mientras los murciélagos revolotean rozando las cabezas. Se halla con John y sus padres en la parte más retirada de la plaza donde Joseph está tocando. No menos tenso que su arco, el violinista curva la espalda y balancea el violín como si la música estuviera obligada a desplomarse sobre el instrumento. Y Sofie va girando con tal éxtasis de tacones y caderas que los hombres se calan los sombreros para esconder sus ojos en la oscuridad. Nils Preuk se aparta.