Carol Ann Duffy

No responder

es mejor que una respuesta tonta.

para ponerte, para que las criaturas del bosque cuyos ojos
parpadean desde la maleza sepan
que mi amor te proteje.

My sisters returned

The usual gifts: Beauty. Wit. A lovely voice.

Goodness (of course). Good taste (that was Martha,

Wincing at the jewelled cups, the queen’s gown).

Grace. Patience. An ear for music. Dexterity

(To help her learn Princessly skills, as sewing

Dancing, playing the lute). Amiability.

Intelligence.

“Sweet child, I give your life to you

To lead as you will, to go or stay, to use

My sisters’ gifts, or let them be. Rule

In your own right, consortless and free.

If you choose.”

As a good fairy, I did what I could; I gave her

A hundred years’ sleep, a hedge of briars, a spell

That would sort her suitors, test them for grace,

For patience, for wit and intelligence and good taste,

For amiability and a lovely voice.

A man who would be her mate,

Not her master.

What you want to do is find yourself a beast. The sex

is better.

La gente de bien lleva mal

que haya harinas de otro costal.

No nos cansamos de escuchar los cuentos de hadas, una y otra vez.

Y hay un placer particular en escuchar, o leer, versiones nuevas de esas historias ya tan conocidas. Se convierte en una especie de juego para el oyente, el lector, intentar reconocer todos los lugares donde la versión nueva toma un giro inesperado de lo familiar y tradicional.

«Dulce niña, te doy tu vida

para llevarla como quieras, marcharte o quedarte, utilizar

los dones de mis hermanas o abandonarlos. Reinar

por derecho propio, sin consorte y libre.

Si así lo deseas».

Como una hada buena, hice lo que pude; le di

cien años de sueño, un seto de zarzas, un hechizo

que clasificaría a sus pretendientes, pondría a prueba su gracia,

su paciencia, ingenio e inteligencia y buen gusto,

su amabilidad y una voz agradable.

Un hombre que sería su compañero

y no su amo.