bruno darío

Escribes desde una tristeza reprobada. Buscas el naufragio por su nombre y demás ridiculeces. Aun y eso, tu canto mana cauce…

Sin querer, aparezco entre capas. Estoy, sigo.

Mis ánimas se han ido y las comprendo;

flotan libres en el lugar de las cosas ligeras,

ya sin la obligación de sustentar

mis humores, mis creencias cambiantes

¿qué fuimos cuando la salud y los buenos ratos recogían
nuestras flores más tiernas y las dejábamos
en la puerta de sus casas, cual si visitáramos una tumba,
con hartas ganas de que su aroma y aspecto durasen
hasta después del mediodía?

Regresan por la noche con la misma sentencia:
I spoke with the myths but the myths wouldn’t have me.
¿Y qué vamos a comer entonces?
¡Oh, los unos a los otros, los unos a los otros…!

más incómodo que una primera cita donde
nadie habla y se escucha no un grillo porque
se extinguieron, pero sí, lejos,
la voz hipnótica de internet
un poco cansada de las mismas preguntas

Habría que ponerse en forma.
¿Y quién a estas soterradas alturas
financiaría el cultivo de mi cuerpo?
¿Carece la contradicción de esmero?
No he de decidirme

¿De qué poemas se compone la palabra que los escribe?
¿Ella se sirve de nosotras?
¿Invasora, nos elige
cual una labor que no pedimos?

¿Sostiene dios el mundo en la nada?
Si toda el agua es la misma, si nadie puede caerse de la Tierra

¿A qué te dedicas, viajera, cuando posas tu pincel
sobre estas líneas, y te llamo por mi nombre?
A qué te dedicas cuando dices que inventas,
que estás escribiendo y que necesitas estar sola
porque sabes que siempre lo estamos.

Oh, Tierra, nadie puede caerse de ti
porque no hay orillas desde las cuales tirarse…
No está tu contorno condicionado a un límite,
y se funde tu piel azul con el no haber Comienzo exacto,
sólo eventos probables en algún otro borde,
en algún otro Acontecimiento de un tiempo imaginario,
porque el tiempo no es sino sucesos diminutos-inmensos,
no lineales, que pasan por [en] medio nuestro