Amanda Mijangos

Todas tenemos nuestros secretos. Yo tengo los míos. Retener palabras es poder. Pero compartir nuestras palabras con otros, abierta y honestamente, también es poder.

En cada respiro no sólo absorbemos el mundo, inhalamos el universo. Somos polvo de estrellas.

Cuando el silencio es una elección, su presencia es desconcertante. Cuando el silencio es impuesto, es censura.

¿Es posible estar adentro y afuera al mismo tiempo?

Creo que ahí es donde yo vivo.

Creo que ahí es donde la mayoría de las mujeres vivimos.

Si todo está bien dentro de ti, nada de lo que te suceda puede salir mal.

Nada es justo, ni el nacimiento ni la suerte ni el destino.

. Cuando no estaba viviendo su soledad, la contemplaba.

Las palabras más hermosas no pueden ser escritas, desafortunadamente. Afortunadamente. Tendríamos que ser capaces de escribir con los ojos, con los ojos enloquecidos, con las lágrimas de nuestros ojos, con el frenesí de una mirada, con la piel de nuestras manos.

Los pedazos con los que reconstruimos nuestra memoria marcan la diferencia entre las versiones que contamos.

El hombre queriendo tocar ese más allá. El brazo, tan lejos, tan cerca. Tan posible soñar. Imaginar, por ejemplo, que algo tan pequeño como una gota de agua encierra todo el paisaje. Que es eso y todo lo demás. Porque el mundo cabe en una palma y las ganas de emanciparse forman parte de su columna vertebral.