Carmen Cáceres

realidad es una puja de distintos planos como placas tectónicas que presionan y se superponen en el pensamiento.

No son una realidad paralela, sino que forman parte de mí y presionan por imponerse a los gestos de esnobismo urbano y ansia de mundo. No son un lastre. Son un detector de mentiras. Un juez imprudente. Una garantía de regreso al hogar.

A todo el mundo le conviene tener un futuro a disposición, algo a la espera, capaz de arrancar en el instante exacto en que se dice ahora porque decir ahora es entregarse —por fin— al azar de las cosas que son.

Conviene tener siempre un pasado a disposición, un relato habitable y más o menos vanidoso de la propia historia que ayude a sostener la voz para decir, en el instante propicio, ahora.

Si ahorrar es vivir en otro tiempo, desahorrar es alojarse en un presente radica

—Si ponemos los fajos directamente sobre la piel, se van a caer con el sudor. Así, en cambio, sujetamos las bolsitas a una base rígida… —Igual que a otros hombres de su edad, a mi segundo padre le da tranquilidad escucharse.

La tranquilidad no está en el futuro, sino en el presente que se ordena porque el ahorro moldea la imaginación.

Porque ahorrar es vivir ya en otro tiempo.

La historia del ahorro, por lo tanto, es una posible historia de la fantasía humana.

Proyectaba una sensación ancha de paz, como todos los locos cuando están serenos.