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Dacia Maraini

  • Montserrat Montes de Ocaalıntı yaptıgeçen yıl
    Además el infierno, si lo visitan los vivos, como hacía el señor Dante, puede ser también visión hermosa: ellos allá sufriendo, y nosotros de este lado mirando.
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    eligió parecer muerta para no tener que morir.
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    —Cuando muera iré al infierno, —había dicho en cierta ocasión. Y había agregado: —Pero ¿qué es el infierno, al fin y al cabo? Una Palermo sin pastelerías. Y a mí no me gustan mucho los dulces—.
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    . Él evita los libros porque son —embusteros—.
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    el cerebro del señor marido tío se asemeja, de cierta manera, a su boca: tritura, descompone, aplasta, enrolla, empasta, traga. Pero del alimento que engulle no retiene casi nada.
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    el cerebro del señor marido tío se asemeja, de cierta manera, a su boca: tritura, descompone, aplasta, enrolla, empasta, traga. Pero del alimento que engulle no retiene casi nada.
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    Apenas traga, es víctima de la prisa por eliminar las escorias que le parecen indignas de aposentarse en el cuerpo de un gentilhombre.
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    Para muchos aristócratas de su edad, que vivieron y maduraron en el siglo pasado, los pensamientos sistemáticos tienen algo de innoble, de vulgar. La confrontación con otras inteligencias, con otras ideas, está considerada por principio como una rendición. Los plebeyos piensan como grupo o como multitud; un noble está solo, y de esta soledad está hecha su gloria y su valentía.
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    Quién sabe por qué vuelve tan a menudo a su memoria, ahora que está muerta. Y no se trata de recuerdos, sino de visiones repentinas: casi como si estuviese allí, con su cuerpo desmadejado después de tantos partos y abortos, llevando a cabo esos pequeños gestos cotidianos que mientras vivía parecían los de una moribunda y ahora que ya no está mantienen el sabor amargo y crudo de la vida.
  • Montserrat Montes de Ocaalıntı yaptıgeçen yıl
    los sollozos sin voz son como relámpagos sin truenos, algo truncado y desprovisto de gracia.
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