Las hojas caídas durante años acolchaban la tierra bajo sus pies. El silencio era sobrecogedor. Ni siquiera cantaban los pájaros, y todo estaba sombrío, puesto que el sol apenas lograba filtrarse de forma fugaz entre algunas de las ramas.
Desde el principio, habían advertido a los niños que se mantuvieran alejados de dos cosas: cierta playa, considerada peligrosísima, y el bosque. Pues bien, por fin estaban en el bosque