Sarai Herrera

Hay personas que hacen dinero, otras, neurastenia, otras, niños. Hay quienes hacen gracia. Hay quienes hacen el amor, quienes hacen lástima.
¡Hace tanto tiempo que ansío hacer alguna cosa! No hay nada que hacer; no hay nada que hacer.

Yo soporto mi miseria con más facilidad desde que sueño con la existencia de gente rica. El dinero de los otros me ayuda a vivir,

No hay razones para vivir, pero tampoco hay razones para morir. La única forma con la que se nos permite demostrar nuestro desdén por la vida es aceptarla.

El suicidio es muy cómodo, no dejo de pensarlo; es demasiado cómodo; yo no me he matado. Subsiste un pesar; no querría marcharme antes de haberme comprometido;

El suicidio debe ser una vocación. Hay una sangre que da vueltas y que reclama una justificación a su interminable recorrido. En los dedos está la impaciencia de cerrarse tan solo sobre la palma de la mano. Está el prurito de una actividad que se vuelve sobre su depositario,

Un hombre que evita los hastíos y el tedio puede encontrar quizás en el suicidio la realización del gesto más desinteresado, ¡con tal de que no sienta curiosidad por la muerte! No reconozco en absoluto cuándo y cómo he podido pensar así, lo cual, por otra parte, no me importa. Pero he aquí, sin embargo, el acto más absurdo, la fantasía en su máximo estallido, la desenvoltura más lejana que el sueño y el compromiso más puro.

poeta surrealista del siglo xx

Agencia general del suicidio

el acto de libertad más verdadero

que uno puede concederse