María Angélica Bosco

  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Se parecía demasiado a un molde y no era un molde lo que yo buscaba en Buenos Aires en aquellos días. Temía a los moldes como temía a todo lo que pudiera contenerme o deformarme. Quería ser yo misma, lo deseaba con rabioso afán, pero no sabía de qué manera lograrlo
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Empezaba a explicarme la razón del cambio de camarines. Puesto que Roberto Arcos vendría aquella mañana, Tilly neutralizaba la presencia de las dos rivales en la casa, colocando entre el camarín de una y otra a la inofensiva Carola, la mujer de Jorge Arcos
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    María Paz se negaba a tener hijos para conservar una independencia que empleaba íntegra en la persecución del marido. A esa idea obsesionante se debió, más tarde, el nacimiento de los dos niños: Roberto, entonces de diez años, y Gloria, de siete. Las criaturas fueron un cambio de táctica. María Paz empleaba la estrategia para todo.
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Casi corriendo di vuelta a la esquina de Amenábar; el taconeo de mis pasos retumbaba en mis oídos al compás del miedo. Empuñaba, como un arma, la llave de la puerta de calle. ¡Si no acertaba a abrir en seguida! ¡Si la llave giraba inútilmente dentro de la cerradura mientras en el tubo oscuro de la calle el redoble fatídico del caminante que marchaba detrás se iba agrandando!… Pero no… Cerré la puerta de un golpe y corrí hacia la llave de la luz… La escalera, el corredor y la puerta de mi cuarto eran otros tantos pozos de malos presagios. Fui encendiendo las luces al pasar.
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    —Cora corrompía todo, Inés —repitió—. Hasta los sentimientos más nobles
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    ¿Le asusta lo que digo, Inés?

    —Me asusta que pueda pensar tantos horrores —contesté
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Yo miraba a ambos, a ese marido y a esa mujer sentados frente a mí, con sus rostros complacientes, adecuados a la amable tolerancia con que encubrían sus problemas. Y la trivialidad de su aspecto me resultaba insoportable. Nos han enseñado a dar un rostro al horror, pero los símbolos convencionales pueden ser mucho menos desagradables, para nuestra sorpresa y nuestro desconcierto, que el abismo de la mentira que se puede adivinar, que la falacia de la maldad disimulada tras de los gestos y los rasgos comunes. Una cara a lo Boris Karloff habría sido mucho más tranquilizadora en aquel momento que la de Jorge Arcos, sonrosada y bien afeitada, con su nariz corta entre los ojos risueños, la frente angosta bajo los cabellos grises, la boca de labios sensuales sobre la barbilla redondeada, amenazada por la deformación de una papada en los años de la vejez, o que el rostro de Carola, redondo como el de una niñita, en cuyos oscuros ojos, no muy grandes ni muy expresivos, brillaba, lo descubría por fin, la contenida ansiedad.
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    —¿Cuándo vas a dejar de tratarme como a un chico?

    —Cuando dejes de serlo —repuso ella menos tranquila de lo que aparentaba
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Aun así —me dijo desalentado—, sobra gente y faltan pruebas…
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Mi silencio condenaba a Amanda al silencio, la despojaba de la acción liberadora de la confesión y del castigo
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