Marcela Serrano

  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    —Pero, Elena —exclama Floreana, admirada—, ¡tienes mujeres muy destacadas aquí!
    —No es raro —responde Elena—, suelen ser las que están más tristes.
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    Elena nunca fue una militante, le había explicado Fernandina a Floreana. Se convirtió solamente en una ayudista —como llamaban a quienes cooperaban con la causa de la resistencia sin realmente pertenecer a ella—, y lo hizo por su espontánea generosidad, por las ganas que tenía de servir y cambiar el mundo, como buena hija de los años sesenta.
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    quiso completar su trayectoria académica con un doctorado en el extranjero, y al hacerlo en esa época, inevitablemente se desconectó de la militancia por la que sin duda habría optado de permanecer en su país. Al regresar a principios de los años setenta, se encontró con un Chile efervescente y políticamente polarizado. Cuando sobrevino el golpe de estado, quiso ayudar a sus amigos en desgracia: ella estaba «limpia», podía usar libremente sus infinitos recursos… entre otros, los familiares.
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    Se había especializado en siquiatría y a través de su trabajo clínico en los consultorios populares pudo palpar la realidad de las más desamparadas. La comunicación fluía sin problemas entre ella y las mujeres que trataba, y se sorprendió al ver acrecentarse su sensibilidad en el contacto con las de su propio sexo.
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    —Técnicamente, soy dueña de casa —Angelita lo dice con cierta ironía, mientras vierte el agua en las tazas con cuidado y levanta la vista—. Y tú, Floreana, ¿qué haces cuando no estás triste? —esto último lo pregunta con humor, para alivio de la recién llegada que aún no sabe cómo se lo toman las mujeres del Albergue.
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    (Al desempacar, sola, en el dormitorio, Floreana había entrado al baño a dejar sus cosas y encontró las de Constanza. Cómo sospechar que usaba esta crema o que tomaba estas cápsulas cuando la veía en las noticias o en una entrevista, se dijo analizándola a través de sus objetos más íntimos; o que ésta es su colonia… Es lo que nunca sabemos de las otras, ni siquiera de las cercanas
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    Conversando todavía con sus compañeras de cabaña, no deja de sentir un rayo de opacidad cayendo sobre ella. La originalidad y el desenfado de Toña, la belleza y la dulzura de Angelita, la superioridad que emana de Constanza, la golpean al mismo tiempo. ¿Por qué tuvo que tocarme esta cabaña? Yo venía a convivir con mis iguales, gente normal, mujeres de carne y hueso… Voy a ser la que desentona, la aburrida, la común y corriente… Seguiré siendo exactamente lo que he sido siempre.
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    Mire, mijita, yo ya estoy vieja, a mis hijos y nietos les sobro. Vine aquí cuando enviudé, segura de que ya nadie más me iba a querer en lo que me quedaba de vida. Pasé los tres meses reglamentarios y volví a la ciudad. Pero allá me sentí tan, tan sola que al poco tiempo me pillé sacando cuentas: mantenerme un mes en Puerto Montt me costaba lo mismo que un mes aquí. Encontré una tontera gastarme la pensión y mantener una casa grande y vacía para la pura soledad
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    Aquí yo no sobro, mijita, aquí me quieren. Dios me dio la virtud de tejer y poco a poco he ido haciendo estas colchas que usted ha visto. Me demoro meses en cada una. Ahora me faltan dos no más para las camas de la cabaña del fondo, y listo, quedan todas las piezas completas. Elenita me compra los hilos para el crochet. Y cuando termine las colchas, voy a hacer manteles, cortinas y mantillas… ¡si hasta los podemos vender! Elenita cobra lo justo y necesario, y no le vendría nada de mal una platita extra. Es que ella dice que si cobrara más, esto se repletaría de viejas ricas y ociosas, y quedarían fuera las mujeres que de verdad lo necesitan
  • Daniela Castilloalıntı yaptı2 yıl önce
    Constanza, en cambio, está lejos y, aunque se la ve rodeada por tantas, parece comer sola; proyecta una rara distancia intraspasable.
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