De la misma manera que al corazón no le importa qué vida representa, a la ciudad le tiene sin cuidado quién cumple con sus distintas funciones. Cuando estén muertos, digamos dentro de ciento cincuenta años, todos esos seres que anduvieron por la ciudad ese día, el eco de sus actividades seguirá recorriendo todos sus trayectos. Lo único nuevo serán los rostros de las personas, pero tampoco tanto, porque todos se parecerán a nosotros.