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Truman Capote

  • El desvándelibrosdekatalıntı yaptı4 ay önce
    "Dios nos ofrece valor, amor o esperanza aun a pesar de que caminemos a través de las sombras del valle de la muerte. Estoy seguro de que El estuvo con ellos en sus últimos momentos. Nunca prometió Jesús que viviríamos sin tristeza ni dolor, lo que siempre dijo fue que El estaría con nosotros para ayudarnos a soportar la tristeza y el dolor..."
  • El desvándelibrosdekatalıntı yaptı4 ay önce
    Pero siempre se cansan de las cosas que ya están,

    y quieren lo extraño, lo nuevo, siempre.

    y por eso pierden lo más por lo menos porque son bien pendejos

  • El desvándelibrosdekatalıntı yaptı4 ay önce
    Vive y deja vivir,
  • Matilde Pericas Moralesalıntı yaptı2 yıl önce
    No quiero dormir, no quiero morir, sólo quiero seguir viajando por los prados del cielo;
  • Matilde Pericas Moralesalıntı yaptı2 yıl önce
    Jamás me acostumbraré a nada. Acostumbrarse es como estar muerto.
  • Matilde Pericas Moralesalıntı yaptı2 yıl önce
    Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque.
  • Mariana Nomásalıntı yaptı7 ay önce
    Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı3 ay önce
    Las letras impresas, tan elegantes como si fuese una tarjeta de Cartier, decían: Miss Holiday Golihgtly, y, debajo, en una esquina, Viajera. Sonaba tan fastidioso como una canción. Miss Holiday Golihgtly, Viajera
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı3 ay önce
    h, nena, déjame entrar, anda. Sé que te gusto. Les gusto a todas. ¿No me he hecho cargo yo de la cuenta, cinco personas, amigos tuyos, gente a la que jamás había visto hasta hoy? ¿No me da eso derecho a gustarte? Sé que te gusto, nena.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı3 ay önce
    Los días de mucho sol se lavaba el pelo y, junto con el gato, un rojizo macho atigrado, se sentaba en la escalera de incendios y rasgaba la guitarra mientras se le secaba el pelo. Cada vez que oía la música, yo me acercaba silenciosamente a la ventana. Tocaba muy bien, y a veces también cantaba. Cantaba con el acento afónico y quebrado de un muchacho. Se sabía todas las canciones de los musicales de éxito, de Cole Porter y Kurt Weill; le gustaban sobre todo las canciones de Oklahoma!, recién estrenada aquel verano.
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