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Clive Barker

  • Luis Cepedaalıntı yaptıgeçen yıl
    Las compactas nubes se habían dispersado un tanto en la última hora, ahora había claros en el oeste. Incluso, a intervalos, se asomaban algunos rayos de sol. Quizá no fuera un día perfecto para la batalla, pero era ciertamente adecuado.
  • Luis Cepedaalıntı yaptıgeçen yıl
    Era posible que el infierno estuviera con sus fauces abiertas tras el horizonte próximo; su madre, al borde de aquel abismo, invitándole a probar sus tormentos.
  • Luis Cepedaalıntı yaptıgeçen yıl
    Al otro lado del campo, un hombre solitario, vestido con un abrigo gris, caminaba entre los cuerpos con un revólver, rematando a los moribundos. Era un -lastimosamente inadecuado- acto de misericordia; sin embargo, continuaba, eligiendo primero a los niños que sufrían. Vaciando el revólver, cargándolo de nuevo, vaciándolo, cargándolo, vaciándolo…
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Era un tiempo de gurús, su época dorada. En las universidades de toda Inglaterra las mujeres y hombres jóvenes miraban al este y al oeste en busca de personas a las que seguir como corderos
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    —¿Qué… hum… qué es la bestia?

    Quaid estaba claramente exasperado por el pragmatismo de la pregunta.

    —Es el tema de cualquier filosofía que valga la pena, Stephen. Son las cosas que tememos, porque no las entendemos. Es la oscuridad detrás de la puerta
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    No hay placer igual al terror. Siempre que sea el de otro
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    La arrogancia intelectual de Quaid era estimulante. Steve pronto comenzó a apreciar la facilidad iconoclasta con la que demolía creencia tras creencia. En ocasiones le resultaba doloroso ver cómo Quaid formulaba un argumento impecable contra uno de sus dogmas. Pero unas semanas más tarde, incluso el sonido de la demolición parecía excitarle. Quaid limpiaba la maleza, talaba los árboles y quemaba los rastrojos. Steve se sentía libre.
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Nación, familia, Iglesia, ley. Todo ceniza. Todo inútil. Todo engaños y cadenas, y asfixia.

    Solo había miedo.

    —Yo tengo miedo, tú tienes miedo, nosotros tenemos miedo —le gustaba decir a Quaid—. Él, ella o ello tiene miedo. No existe criatura consciente en la faz de la tierra que no conozca el miedo más íntimamente que el latido de su propio corazón.
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Los saltos ahora eran más grandes y el payaso emitía un sonido gutural, como el trino de algún pájaro fantástico. El hacha describía un balanceo más amplio en el aire, cada uno más letal que el anterior
  • Alejandra Espinoalıntı yaptı2 yıl önce
    Quaid gritó. Quaid suplicó. Quaid le susurró.

    El payaso no oía ni una sola palabra.

    Lo único que oía era el ruido en su cabeza; los silbidos, los chillidos, los aullidos, los zumbidos. Se había refugiado allá donde ningún argumento racional, ninguna amenaza, podía atraparlo otra vez. Donde el latido de su corazón era la ley y el gemido de su sangre era música.
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