Con el tiempo ha aprendido a reconocer su oficio: arreglar lo que otros ensucian. Le gusta borrar las manchas en el suelo, que las ventanas filtren más luz. Se siente útil, y siente que lo hace bien. Le gusta que sus manos lo hagan posible, y le gusta repetir la misma mecánica, la mente en blanco cubículo a cubículo; a veces se fija en la manera en la que la espuma brota del agua, o en el trazo levísimo con el que se diluye la lejía.