Maayan Eitan

No soy guapa, pero soy de movimientos rápidos y avispada.

Lo que yo me merecía era esto: que me azotaran en el culo, que me comieran el coño, que me chuparan los pezones (erectos, erectos), que me dijeran: córrete para mí.

Me miraban y yo distinguía verdadero afecto en sus ojos, en la comisura de sus labios. Y eso que no soy guapa.

Acaricié el lomo del libro que llevaba en el bolso, pero no lo saqué: hay momentos en la vida en los que hay que huir de la felicidad.

Me besaban con los ojos cerrados y me acariciaban el rostro con la punta de los dedos.

Podría haberlas besado con los ojos cerrados, haberles permitido que me acariciaran el rostro, apretar mi cuerpo contra el suyo, aferrarme a su mórbida carne y sólo entonces revelarles mis secretos.

De haber sido necesario, les habría devuelto la mirada, les habría murmurado algo, quizá una invitación, algún rebuscado juego de palabras, algo que les mostrara que entendía de qué iba la cosa.

El café que preparaban tenía un gusto agrio y, si hubiera querido, podría haber escrito mejores poemas que los suyos.

Tu larga melena, niña, tu corta melena,5 recité.

Libros para leer (las primeras palabras que aprendí fueron chsss, no te preocupes, venga, que no pasa nada). Nos protegían. Vino el ejército para protegernos. Nosotras teníamos buenos modales. Gracias, papá. Gracias, mamá. Gracias, soldado. Crecimos. Se nos torcieron los pies ligeramente hacia adentro. Se os pasará antes de que os caséis, dijo el médico al que nos habían enviado. Gracias, doctor.