Pero el punto, según el tipo este, es que los monstruos gustan no solo porque entretienen, sino también porque en el fondo son un consuelo. A sus víctimas siempre se les ve de lejos, siempre les va peor que a uno, y además uno puede entender lo que les pasó, cómo se pusieron en peligro, qué error cometieron. Se podría decir que lo mismo pasa en los videos de ejecuciones, de decapitaciones: «qué está haciendo ese tarado en Siria», «para qué se mete con narcotraficantes» –la editora hace una mueca y el reportero marca las comillas en el aire–… Así piensa la gente. Pero se ve mal admitir que uno se entretiene viendo una muerte verdadera. Mejor ver muertes igual de violentas pero que uno pueda defender diciendo que son falsas.