Carolina Noriega

Porque en la vida real, los orgasmos en pocas ocasiones son nítidos.

«Pienso disfrutar cada momento. Me lo merezco. Me siento viva y eso es precisamente lo que voy a hacer, vivir».

Quería recuperar el tiempo perdido, todos esos años en los que junto a Pedro sólo había aprendido nada. A quedarse como estaba. Y ella quería avanzar, descubrir, aprender. En definitiva: disfrutar.

E intentan hacernos follar bien, porque les gusta jugar con lencería, con pintura corporal, con fetiches, voyeurismo.

Se iba el bochorno, como dicen las abuelas, y llegaba la fresca

Ahora que sé que aguantas te voy a dar el mejor masaje corporal que hayas recibido en tu vida. Y luego te encontraré el cuento. Y si no te lo encuentro, te escribo otro. Y si no te lo escribo, contrato a un escritor para que te lo escriba. Y si no encuentro a un escritor

Oye, pues a mí sí que me gustaría que me enseñaras la casa, o al menos, una parte de la casa.
Ella sonrió picarona y dijo:
―¿La cocina?
―Tu habitación

ponerse delante del ordenador a escribir tonterías, y menos un cuento para ese estúpido curso que le regaló su estúpido novio, y que impartía un estúpido escritor presuntuoso con un estúpido

Lo que tienes ahora mismo en tus manos o, mejor dicho, en tu mano… (risas enlatadas), es una novela erótica (más risas de gente).
Discúlpenme este pequeño gag manido y onanista, los escritores, como buenos cómicos, sabrán masticarlo a golpes de risita. Esa risita de niño malo, sobre todo la de ella, que acaba de poner en

Aparte, era maleducada, agria, filomena y sin sentido del humor. A pesar de ello este profesor se casó con ella, por eso quizá sus clases duraban tanto, no quería volver a casa y apuraba su tiempo con los alumnos —mitad ineptos, mitad fracasados del futuro— hasta el aburrimiento absoluto.