Amok Ediciones

En los cuentos tradicionales de la India, todos con moraleja, los hijos descarriados siempre eran los causantes de los problemas de corazón, de los tumores cancerígenos, de la caída del pelo y de cualquier enfermedad que sufrieran sus pobres padres. Nikki no era tan tonta como para culparse de la muerte de su padre, pero estaba segura de que las pruebas que tenía pendientes en Londres, y que había pospuesto por culpa del viaje, lo habrían salvado.

mientras oía los pasos de Gurtaj Singh alejándose lentamente, se preguntó por qué los hombres necesitaban tanto espacio cuando su respuesta a todo siempre era «no».

A veces se dejaba llevar e imaginaba pequeños instantes de la que habría sido la vida de Maya, detalles sin importancia como el momento de pagar la compra o de cambiar las pilas del mando a distancia. Cuanto más insignificante era la acción, más le dolía la certeza de que su hija nunca haría aquellas cosas. Su historia se había acabado.

Steve el del Abuelo Racista era un habitual del pub que empezaba todos sus comentarios xenófobos con un «como diría mi abuelo…». Creía que eso le libraba de parecer racista.

Nos apuntamos para tener algo que hacer —dijo Manjeet—. Da igual si es aprender a escribir o contar historias. Lo importante es estar ocupadas.

—Adelante, pregúntamelo. ¿Por qué no he aprendido inglés? Por culpa de los ingleses. —Lo dijo con aire triunfante—. No han intentado que su país o que sus costumbres me resultaran más acogedores. Y luego está el idioma, con todos esos sonidos como aaa-uuu.

Se despidió del grupo y siguió su camino. Nunca había tenido una relación especialmente cercana con ninguna de ellas y sabía que se habían apuntado al curso porque no tenían nada mejor que hacer. Tenían en común la pérdida de alguien querido, pero la muerte de un hijo era algo muy diferente. Nadie sabía la rabia, el sentimiento de culpa y la profunda tristeza que Kulwinder llevaba consigo todos los días.

—En la India seríamos invisibles —explicó Arvinder—. Supongo que da igual que estemos en Inglaterra. Seguro que crees que no está bien que hablemos de estas cosas porque ni siquiera deberíamos pensar en ellas.

Las chicas de tu generación tenéis más suerte que nosotras. Al menos podéis conocer a los hombres antes de casaros y separar a los imbéciles de los más imbéciles.

Tampoco lo considero una gran pérdida. Las viudas son más realistas. Saben lo que es perder a alguien.