los cristianos tienen una visión esperanzadora del futuro: un tiempo en el que el gobierno del reino de Dios volverá a establecerse en toda la creación. En nuestra vida de oración, podemos unir esa visión de un mundo transformado con la agonía de cómo son las cosas ahora. Solo entonces nos convertiremos en gente transformada que ora y trabaja para que el reino de Dios venga y la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo.