No es el fin de la historia, sino el comienzo de una historia distinta y, ojalá, mejor.
¿Qué implica decir esto? Implica afirmar que estamos viviendo ya la transición. Dado que el desarrollo y el crecimiento han fracasado, el reto es fracasar mejor:
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evitar la salida ecofascista a la crisis; evitar la proliferación y el agravamiento de los malos-vivires desiguales y, peor aún, naturalizarlos y legitimarlos. Esta pedagogía del desastre nos sorprende: el órdago es celebrar el fracaso. La marcha atrás a la sociedad del crecimiento no es posible… ni deseable. Desde la convicción de que el sistema que está cambiando es biocida, confiamos en la capacidad colectiva de lograr no solo un menor metabolismo material, sino un metabolismo social diferente que ponga las condiciones de posibilidad de vidas que merezcan la alegría ser vividas por y para todxs.