El arte de pedir

You don’t know how little you’ve been paying attention until
you look down at your legs again.

POR QUÉ SIGO TRATÁNDOME ASÍ A MÍ MISMA? –le preguntaba, quejándome de mi último resacón, roce con la muerte, monedero perdido, o relación de ahora sí y ahora no con el último novio metido en drogas, pero muy guapo.
Su sonrisa se percibía desde el otro lado del teléfono.
—Ay, encanto. Todavía no te duele lo suficiente.

Qué es ese ruido terrorífico? –pregunta el amigo.
—Es mi perro –dijo el agricultor–. Está sentado encima de un clavo.
—¿Y por qué no se levanta y así se lo quita? –pregunta el amigo.
El agricultor reflexiona y responde:
—Todavía no le duele lo suficiente.

Con los años, no obstante, me fui acostumbrando, y en lugar de tomármelo a pecho, lo empecé a entender:
A veces la gente sencillamente no quiere la flor.
A veces hay que dejar que se vayan.

Me reí al pensar en los clubes de striptease donde trabajaba por la misma época: bailaba a Nick Cave y miraba fijamente a los ojos de extraños solitarios y borrachos, desafiándoles a mirarme el alma en lugar de la entrepierna:
CREEDME, POR FAVOR. SOY DE VERDAD

había puesto el dedo en la llaga. Pero, ¿exactamente QUÉ llaga

Esperaba darles una especie de permiso universal y cósmico para que dejaran de disculparse en exceso, de preocuparse, de justificarse y, por el amor de dios… se limitaran a PEDIR.

Que la vergüenza contamina un clima en el que se pide y se da a partir de la confianza y la franqueza.

decirles a mis amigos artistas que no pasaba nada por pedir. No pasaba nada por pedir dinero, y no pasaba nada por pedir ayuda.

Por lo que parece, pedir era de mal gusto.