Los hermanos Sisters

Nunca seré un líder, ni quiero serlo, ni tampoco quiero que me lideren. Pensé: Sólo quiero liderarme a mí mismo.

Finalmente concentró todos sus esfuerzos en el refinamiento de artefactos de tortura y ejecución. La guillotina, decía, era la encarnación mecánica de la mediocridad y pereza estética del ser humano. La modernizó de modo que en lugar de seccionar únicamente la cabeza del reo, todo el cuerpo fuese cortado en innumerables y perfectamente ordenados pedazos en forma de dado. Bautizó la enorme plancha de cuchillas plateadas entrecruzadas como Die Beweiskraft Bettdecke, El Manto Decisivo.

Estaba con el lomo aplastado contra el árbol, con las patas ridículamente dirigidas hacia el cielo, y pensé: Qué vida la de los animales que trabajan para el hombre, qué acumulación de dolor, aguante y sinsentidos.

me importa el dinero –respondió el propietario–. No sé por qué. Debería prestarle más atención. No, lo que yo buscaba era vivir una aventura con un amigo, ésa es la pura verdad. Pensé que Warm y yo éramos uña y carne.

Esas palabras hicieron que mi hermano pusiera cara de asco. Se abotonó la chaqueta y se retiró al bar a tomar un trago. Yo me quedé para ver cómo el tipo perdía otro dólar con la mujer, y después otro.

–Es difícil encontrar un amigo –dije.

–Es lo más difícil del mundo –coincidió él–.

Fue una matanza inmaculada, la más lograda y eficiente que podía recordar; y en cuanto cayeron, Charlie empezó a reírse, y yo también, aunque más por el alivio que por otra cosa, mientras que a Charlie creo que la cosa realmente le hacía gracia.

No sé qué es lo que tenía aquel chico, pero con sólo mirarlo te venían ganas de arrearle un tortazo. Tenía una cabeza que invitaba a la violencia.

Por la mañana, al calzarme las botas, sentí un dolor punzante en el dedo gordo del pie izquierdo. Le di la vuelta a la bota y golpee en el talón, esperando que cayese una ortiga, cuando una enorme araña peluda cayó al suelo panza arriba, con sus ocho patas moviéndose en el aire gélido.

–¿De dónde has sacado esa canción?

–La escuché en algún lado.

–Es triste.

–Todas las grandes canciones son tristes.

–Eso decía mamá.

Guardé silencio unos instantes y respondí:

–De hecho las canciones tristes no me ponen triste.

–En muchos aspectos eres como mamá.