El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde

amigo y benefactor Edward Hyde»

baste con decir que nadie ha sufrido nunca semejantes tormentos; y sin embargo la costumbre de sobrellevarlos me ha proporcionado… no alivio, desde luego… sino una cierta insensibilidad en el alma, una cierta conformidad con la desesperación;

Aquel ser infernal no tenía nada de humano; en él no habitaba más que el miedo y el odio

Mi razón flaqueó, pero no me falló del todo. Más de una vez había observado que, en mi segunda personificación, mis facultades parecían haberse agudizado hasta cierto punto y mi ánimo haberse vuelto más tenso y elástico; y así sucedió que, allí en donde Jekyll quizás hubiese sucumbido, Hyde estuvo a la altura de las circunstancias

colmarse; y aquella breve condescendencia con lo que había de malo en mí finalmente destruyó el equilibrio de mi alma

A todas las cosas les llega su fin; incluso la medida de mayor capacidad termina por colmarse

pero todavía padecía mi dualidad de propósitos; y mientras se embotaba el primer filo de mi arrepentimiento, mi parte más ruin, consentida durante tanto tiempo y tan recientemente encadenada, empezaba a refunfuñar pidiendo licencia. No

Pero me había despojado voluntariamente de todos aquellos instintos compensatorios mediante los cuales incluso el peor de nosotros sigue su camino con cierto grado de estabilidad en medio de las tentaciones; y en mi caso, ser tentado, aunque fuera levemente, suponía caer

Pero finalmente el tiempo empezó a hacerme olvidar la inmediatez de aquellos temores; los halagos de la conciencia comenzaron a convertirse en cosa normal; empecé a sentirme torturado por angustias y anhelos, como si Hyde forcejeara para liberarse;

mismo; pues son poco más o menos los mismos estímulos y temores los que deciden la suerte de cualquier pecador que se enfrenta tembloroso a la tentación; y me sucedió lo que a la inmensa mayoría de mis semejantes: que elegí la mejor parte pero descubrí que carecía de energías para ceñirme a ella