Antología poética

Un cósmico temblor de escalofríos

mueve temiblemente las montañas,

un resplandor de muerte la matriz de los ríos.

Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de lágrimas me viera

Mirad estas palabras donde me ahogo y dejo

fósforo emocionado.

Un hombre desarmado siempre es un firme bloque:

sabe que no es estéril su firmeza, y resiste.

Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla

desde todos sus muertos.

Retoñarán aladas de savia sin otoño

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.

Porque soy como el árbol talado, que retoño:

porque aún tengo la vida.

El hambre es el primero de los conocimientos:

tener hambre es la cosa primera que se aprende.

Y la ferocidad de nuestros sentimientos

allá donde el estómago se origina, se enciende.

Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,

ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,

sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa

te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho

hasta en el polvo, esposa.

no hay espacio para tanta muerte,

y no hay madera para tanta caja.

Caravanas de cuerpos abatidos.

Todo vendajes, penas y pañuelos:

todos camillas donde a los heridos

se les quiebran las fuerzas y los vuelos.

Naciones de la tierra, patrias del mar, hermanos

del mundo y de la nada:

habitantes perdidos y lejanos,

más que del corazón, de la mirada.

Aquí tengo una voz enardecida,

aquí tengo una vida combatida y airada,

Cantando espero la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas.

Antemuro de la nada

esta vida me parece.

Aquí estoy para vivir

mientras el alma me suene,

y aquí estoy para morir,

cuando la hora me llegue,

en los veneros del pueblo

desde ahora y desde siempre.

Varios tragos es la vida

y un solo trago la muerte.