Pero son peores los ruidos que descubre, y que incluso busca, dentro de la casa, cada día, cada noche, sueñe o no. Crujidos y chirridos, el aire entrando por las contraventanas, el murmullo del ventilador, los pasos de Sieso, golpeteando con las uñas el viejo suelo de madera del porche o dando vueltas en torno a la estaca. Ninguno de esos ruidos tiene relación con el casero, pero ella no baja la guardia.