Mi corazón ahora no está arrebatado,
mis ojos están llenos de lágrimas
y el dolor constante en mi frente
ha labrado un trabajo de años.
No fue la esperanza la que arruinó de una vez
la tormenta temprana del espíritu
sino una larga vida de soledad
que sofocó esperanzas y sometió pensamientos florecientes.
Una desolada calma de noviembre.