Autopista Sanguijuela

Una ciudad es un mundo y a ésta le faltaban muchas cosas. Sus calles larguísimas parecían los pasillos de una cárcel

como lo oyen. Hay hombres que son ricos y poderosos pero que tienen pésimo carácter y dolores de todo tipo. Son antipáticos, sus pies apestan, sólo dicen cosas aburridas, jamás se ríen

Pido perdón por ser como soy, un científico que cuelga de las uñas, sin lentes para ver, rodeado de tres gentiles adversarios. ¡Perdónenme, queridas bestias!

gorda y grande. Una giganta poderosa.

Katia y Tere entendieron que el castigo a los villanos consiste, precisamente, en no ser como ellos

Pero sólo cuando te veo a ti me duelen las pestañas

Hay veces en que un hombre es un gigante sin aumentar de estatura, y ésa fue la vez de Tiburcio Endaya

sabroso y bueno.

Con el instinto que sólo puede tener el mosco más flaco del mundo, como un agudo náufrago del aire, el visitante voló en un círculo perfecto y se lanzó en picada sobre la sonrosada mejilla de Katia:

—¡Úpsala! —exclamó la muchacha.

¡Qué larga era la palabra “ay” en Krupitania

Pepe observó que no a todo el mundo se le hinchaban los pies del mismo modo.

Manos, ¿para qué las quiero? —dijo el conductor y tomó un queso de bola.

—¿Un poco de leche? —le dijeron.

—Boca, ¿para qué la quiero? —el conductor se llevó una jarra a los labios.

Todos lo observaron en silencio hasta que dijo:

—Nunca había bebido una puerta tan sabrosa. Gracias, hermanos del camino