Un laberinto lo es porque, al fin y al cabo, alguien sale de él, por lo que sea, de la manera que sea. Si no saliese nadie, ¿quién iba a saber de su existencia? ¿Quién volvió de la muerte? ¿Lázaro? ¿Qué contó? ¡Bah! Eso sí fue cuento. Lo del laberinto de Minos, no. De ahí salió alguien.