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Laurie Lee

Sidra con Rosie

«Los últimos días de mi infancia fueron también los últimos días de la aldea. Yo pertenecía a aquella generación que vio, por casualidad, el final de una vida milenaria. […] Yo, mi familia, mi generación, nacimos en un mundo de silencio; en un mundo de trabajo duro y necesaria paciencia, un mundo de espaldas dobladas hacia la tierra, cuidado manual de los cultivos, dependencia de la meteorología y de la cosecha; un mundo en que las aldeas eran naves en paisajes vacíos y las distancias entre ellas largas; un mundo de caminos marcados por cascos y ruedas de carretas, no hollados por la gasolina y el petróleo, apenas transitados por las personas y casi nunca por placer, por los que lo que más rápido se movía eran los caballos.»Laurie Lee revive en esta novela, una de las más queridas y leídas por sus compatriotas, su infancia en una aldea de la campiña inglesa. Pese a nacer en 1914, un mes antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, sus recuerdos son amables y llenos de cariño hacia un mundo que iba a desaparecer.«Un libro encantador, una exquisita despedida, no sólo de la infancia y de la adolescencia, sino también de una Inglaterra que ya ha desaparecido.»J.B. Priestley
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Telif hakkı sahibi
Bookwire
Orijinal yayın
2014
Yayınlanma yılı
2014
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İzlenimler

  • Dianela Villicaña Denabir izlenim paylaşıldı4 yıl önce
    👍Okumaya değer

Alıntılar

  • Giselle González Camachoalıntı yaptıgeçen ay
    La semana de antes de Navidad, cuando la nieve parecía más densa, era el tiempo de los villancicos; y al evocar aquellas noches recuerdo el crujido de nuestras pisadas y las luces de las linternas sobre la nieve.
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı4 yıl önce
    Las hermanas estaban a punto de casarse, como he dicho. Harold trabajaba en el torno de la fábrica. Jack estudiaba en el instituto con resultados excelentes; y Tony aún tenía una excelente voz de tiple. Mi madre me conocía a medias pero no podía ayudar. Yo me consideraba condenado y nada menos que maravilloso
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı4 yıl önce
    de pronto, nubes y estrellas eran para mí solo y las voces me habían elegido entre todos los vivos y me llamaban a redimir al mundo; y yo gemía de soledad, me sonrojaba cuando tropezaba, me gustaban los desconocidos y el pan con mantequilla y hacía largos viajes en bici bajo la lluvia, atisbaba desconsoladamente por las ventanas encendidas, sonreía irónicamente al pensar lo poco que me conocían y vivía en un estado de violenta excitación

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