La jodida intensidad de vivir

Y había mucha soledad, toneladas de soledad, esa mañana de agosto en que la llamé por teléfono a su casa tras varios meses sin saber nada de ella, desde esa noche extravagante en Madrid. Lo que quería ser una llamada de tanteo, de retomar el contacto por la acción irresistible de la nostalgia, la salvó de la contradicción de querer morir sin la voluntad necesaria para hacerlo, y la condenó a seguir viviendo.

Ya no puedo abandonarla. De repente la presencia abrumadora de la muerte y de la locura, por segunda vez en mi vida con Polonia, arrinconó de golpe el impulso sexual y amoroso y lo hizo irrelevante. ¿Habéis follado con alguien que no quiere vivir? ¿se puede desear, siquiera un segundo, a quién no quiere vivir?

amontono sobre tu cama del hospital toneladas de días hermosos

cómo aprendo a dejar que mueras mientras retengo hasta el último rastro de ti?,

¿Cómo sacudirme de los labios la lluvia ácida de lo inevitable y olvidar que te me vas

y besarte en el portal con hambre, como ayer, como nunca, como si hubiera futuro

La muerte bajo la luz

Lo que ya no se nombra ni se mira

la muerte de los que amamos, resistida en compañía, disminuye, aún sea ligeramente, la soledad de los que seguimos vivos

cada vez menos recuerdo y más incendio, cada hora más nada y más okupa,

casi despojada de todo lo que amé sigo hipnotizado por esta marea inexplicable

hoy es un día insólito en el que las inseguridades parecen no gobernar mi tiempo,

no quiero decir que hayan desaparecido, simplemente se retiran, o desertan,

como si una luz cegadora hiciera huir las cucarachas del centro de la existencia

Entonces escribir significaba aprender a deconstruir la relación y comenzar a hacer evidente el olvido.

Sin embargo, los tiempos de la escritura fueron diferentes entonces y ahora: escribí sobre M cuando lo había perdido todo y, por resumir la situación, ella siempre era culpable. Durante estos meses con Polonia he descrito cada instante casi en tiempo real, como si yo fuese un reportero instalado en nosotros y retransmitiera nuestra vida con un altavoz