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Álvaro D. Campos

Diarios

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  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    Yo también me burlo de mí mismo, continuamente. No quiero ser tomado muy en serio. Hay pocas cosas más inútiles y ridículas que escribir. Pero también hay algo de valentía en ser inútil y ridículo. De allí el terror de publicar. Un solo libro –por artesanal y humilde que sea– me arrancaría del cómodo mutismo, me expondría, con todas mis fallas y orgullos, a extraños y conocidos.
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    Recuerdo una entrevista de Cioran en que decía que todos los poetas que había conocido en París eran mantenidos por sus esposas. Y los beatniks, por sobre cualquier sueño literario, buscaban una mujer (o un hombre) que pudiera hacer lo que a ellos les estaba vedado: ser socialmente productivos. El panorama no ha cambiado mucho. No hay nada salvaje en los hombres que viven de forma orgullosamente dependiente: deben ser respetuosos y obedientes con la persona que soporta los gastos duros de la casa, mientras que sus gastos son más bien simbólicos. ¿De qué poder patriarcal podríamos hablar acá? Claro, si vemos la lista de las carreras mejor pagadas del mercado, sabemos que los hombres que egresan de ellas tienen un caudal financiero efectivo para intentar reclamar su poder en el hogar. Estos ingenieros son los que pueden ejercen verdaderamente el patriarcado, mientras que nosotros, los humildes humanistas, con nuestros cómicos sueldos, no aspiramos a más que un momento de paz por la noche.
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    La mejor forma de consolar a alguien sin talento es publicándolo.

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  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    El capitalismo se alimenta de vaivenes y arrastra los sueños de todos a la basura. Es esta nuestra epopeya moderna.
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    En La novela familiar de los neuróticos Freud ilustra el proceso infantil por el cual el niño pierde el encantamiento admirativo hacia los padres y lo reemplaza por figuras estereotipadas, como los reyes de los cuentos u otros padres más adinerados. Hay algo de ello en el consejo que Philip Roth le dio a un joven Ian McEwan: «Escribe como si tus padres hubieran muerto». Siguiendo el análisis freudiano, podríamos aclarar más: escribe para reemplazar el poder debilitado de tus padres. La novela pareciera ser el verdadero arte de los neuróticos.
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    En el siglo XIV san Bernardino de Siena, misionero franciscano y santo cristiano, admitió que podía destruirse el embrión antes de los cuarenta días, bajo penitencia, por motivos de salud e incluso miseria.
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    El siglo XIX fue el último donde los literatos fueron dioses vagabundeando, ciegos y potentes. Hoy son piojos, mendigando autógrafos de feria en feria, arañándose los ojos por una beca miserable, gastando sus adelantos en pagar la isapre, las cuotas atrasadas de la tarjeta de crédito.

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  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    La tristeza del amor, tan existencial, propia, incomunicable, apolítica. La tristeza del fútbol, tan comunitaria, sociable, cinética, política. Homo carus es el hombre que ama, frente al homo ludens, que juega. Mismo daño, distinto sonido social. Los hombres de amor, los hombres de fútbol, ambos me recuerdan una bella frase de Pascal Quignard: «Los hombres desesperados viven en ángulos»
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    La tristeza del amor, tan existencial, propia, incomunicable, apolítica. La tristeza del fútbol, tan comunitaria, sociable, cinética, política. Homo carus es el hombre que ama, frente al homo ludens, que juega. Mismo daño, distinto sonido social. Los hombres de amor, los hombres de fútbol, ambos me recuerdan una bella frase de Pascal Quignard: «Los hombres desesperados viven en ángulos»
  • Josué Osbournealıntı yaptı10 ay önce
    Proust y la neurociencia coinciden: el olfato tiene una ligazón directa con las imágenes del pasado. La memoria se nos aparece sin que nosotros la pidamos. Su milagro es totalmente involuntario. Proust unta la magdalena en su té y de inmediato es arrojado a la niñez en casa de su tía Leoncia. Pero los olores también engañan: Oliver Sacks, en El tío Tungsteno: Recuerdos de un químico precoz, recuerda: «El tío Dave me contó que el fosgeno, cloruro de carbonilo, el terrible gas venenoso utilizado en la I Guerra Mundial, en lugar de indicar su peligro mediante un olor halógeno desprendía un engañoso olor a heno recién segado.
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