Lo que enfrentamos, gracias a décadas de financiarización, no es “solo” una crisis de desigualdad salvaje y trabajo precario mal remunerado; no “meramente” una crisis de cuidado y reproducción social; no “solamente” una crisis migratoria y de violencia racializada. Tampoco se trata “simplemente” de una crisis ecológica en la cual un planeta en proceso de calentamiento vomita plagas letales, ni “solo” de una crisis política con un vaciamiento de la infraestructura, un militarismo en aumento y una proliferación de hombres fuertes. No, es algo peor: es una crisis general de la totalidad del orden social en la que todas esas calamidades convergen, se exacerban entre sí y amenazan con deglutirnos a todos.