Su voluntad se vio puesta a prueba, sin embargo, cuando el ordenador informó de otro lanzamiento. Más numeroso esa vez, aunque todavía sospechosamente pequeño. Stanislav dudó. Sabía que su deber era dar a los suyos la oportunidad de vengarse. Enviar la muerte a sus enemigos mientras todavía fueran capaces. El hombre y el soldado batallaron en su interior.
»Al final, concluyó que el informe del ordenador era una falsa alarma. Esperó, sudando… hasta que no llegó ningún misil. Ese día se convirtió en el único héroe de una guerra que nunca se declaró. En el hombre que evitó el final del mundo