Aguafuertes porteñas

Ventana iluminada de las tres de la madrugada. Si se pudiera escri­bir todo lo que se oculta tras de tus vidrios biselados o rotos, se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad. Inventores, rateros, poetas, jugadores, moribundos, triunfadores que no pueden dormir de alegría. Cada ventana iluminada en la noche crecida, es una historia que aún no se ha escrito.

ventana triste de las tres de la madrugada, es la ventana del po­bre,

todas estas escenas aparecen ciudades con tejados y torres y vigas, con calles torci­das, con faroles cuyos pedestales se retuercen como una culebra, y abra­zados a ellos, fantásticos tudescos con medias verdes de turistas y un som­brerito jovial, con la indispensable pluma.

que la ocupan son dos estudiantes eternos resol­viendo un problema de metafísica del amor o recordando en confidencia hechos que no se pueden embuchar toda la noche.

Esa es la ventana cordial,

Son las charlas interminables de las tres de la madrugada, las charlas de los hombres que, sintiendo cansado el cuerpo, analizan los hechos del día con esa especie de fiebre lúcida y sin temperatura, que en la vigilia deja en las ideas una lucidez de delirio.

el silencio que sube desde la calle, hace más lentas, más profun­das, más deseadas las palabras.

hay nada más llamativo en el cubo negro de la no-1 che que ese rectángulo de luz amarilla

Bajo un techo de estrellas, diez de la noche, la silla del barrio porte­ño afirma una modalidad ciudadana.

un se­ñor que debía gastar barbas hasta la cintura y un rostro surcado de arru­gas gruesas como culebras?