mamá y papá están en cada partícula de aire.
Desde que empecé la universidad, he regresado a esa casa un total de siete días. Sería como entrar a una cápsula del tiempo.
La expresión de Sabrina cuando entro al Wooly Pig me dice todo lo que necesito saber: si esta mañana he logrado taparme bien las ojeras o no.
–Jesucristo –murmura cuando tomo asiento frente a ella–. Te ves como si acabaras de resucitar en el cementerio de animales.
Me río y tomo el vaso de agua que tengo delante.
–Gracias.
–Si hubiera sabido lo que me esperaba, te habría esperado con un expresso.
–Nada de café –digo, negando con la mano–. Ha sido mi única fuente de calorías esta semana y necesito algo... jugoso. Un batido o algo así.
Siento que me inspecciona mientras reviso el menú.
–De acuerdo, dime qué pasa –dice, acercándose a mí–. Te vi hace dos semanas, y hoy estás completamente diferente.
–He trabajado mucho. Es una época muy ajetreada; empieza la temporada de gripes. –Sin pensar, miro a Viv, dormida en su carriola junto a la mesa–. Y las cosas con Sean no march