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Balli Kaur Jaswal

Historias eróticas para viudas del Punyab

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  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    «Creo que nos tienen un poco de miedo», había dicho Manjeet, pero ¿acaso no había sido así siempre? Ahora ya sabían de qué eran capaces las mujeres. «Pues yo creo que nos respetan más», puntualizó, tras lo cual Manjeet asintió y le apretó la mano por encima de la mesa.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    —Dile a Siraj que mis estudiantes escriben relatos eróticos. No necesitan que nadie les dé clases de educación sexual; conocen a la perfección todo lo que ocurre entre una pareja. Además tienen esa sabiduría que solo se consigue con la edad y la experiencia —añadió Nikki.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    —No lo sé. No te preocupes, Nikki, nadie se lo cree. No va a afectar a la reputación de tus clases de inglés, si eso es lo que te preocupa. ¿Quién se va a creer que un montón de abuelas se sientan en una clase y se ponen a hablar de sexo?
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    Lo que quería Nikki era hablar con Kulwinder. Explicarle cómo habían llegado hasta aquel punto. Obligarla a ver que aquellas mujeres, que habían empezado una revuelta silenciosa, podían unirse y luchar contra injusticias mucho más graves.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    —No te esperabas una historia tan complicada. Ni tú ni nadie. Cuando muere una chica tan joven, a nadie se le ocurre que pueda haber intervenido su propia familia. Ni se lo plantean, a menos que sepan lo que pasa en la comunidad.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    Pasaba lo mismo cada vez que se iba de viaje sin él y, en cierto modo, le resultaba reconfortante porque significaba que si era incapaz de comer en casa sin ella, era porque la echaba de menos, un sentimiento que su marido jamás expresaba con palabras. También era un recordatorio de que él sería capaz de sobrevivir si ella faltaba.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    —Y si los tenías, los vecinos iban enseguida a verte con dinero, comida, lo que necesitaras. Es la gracia de vivir en comunidad —dijo Arvinder—. En cambio, si el problema era con tu marido, ¿quién te iba ayudar a dejarle? Nadie quería meterse en los asuntos privados de los demás. «Deberías estarle agradecida», te decían si se te ocurría quejarte. «Este país te está corrompiendo.» —Miró a Preetam de reojo—. Te di toda la felicidad que yo no pude tener. Tú querías a tu marido, estabas encantada con tu matrimonio. Me alegro por ti, pero yo «sobreviví» al mío.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    —¿Y por qué tienen que volver los maridos? —preguntó Arvinder—. Quizá ellas están bien como están. No hace falta que haya hombres en todas las historias.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    «Puedes darle órdenes si quieres.» Lo dijo con generosidad, como si después de años mandándola por fin le concediera el privilegio de hacerle lo mismo a otra persona.
  • Silvia Arenasalıntı yaptı10 ay önce
    Del hijo mayor se espera que sea el que siente las bases. Según mis padres, si yo fallo en algo, mis hermanos pequeños estarán condenados al fracaso.
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