—Y si los tenías, los vecinos iban enseguida a verte con dinero, comida, lo que necesitaras. Es la gracia de vivir en comunidad —dijo Arvinder—. En cambio, si el problema era con tu marido, ¿quién te iba ayudar a dejarle? Nadie quería meterse en los asuntos privados de los demás. «Deberías estarle agradecida», te decían si se te ocurría quejarte. «Este país te está corrompiendo.» —Miró a Preetam de reojo—. Te di toda la felicidad que yo no pude tener. Tú querías a tu marido, estabas encantada con tu matrimonio. Me alegro por ti, pero yo «sobreviví» al mío.