La fantasmagoría, en la medida en que invierte los términos del sujeto y del objeto, de lo concreto y de lo abstracto, representa para Walter Benjamin el eje fundamental que existe entre aquello que el pensamiento marxista llama “la base” y “la superestructura”, entre el cotidiano tal como lo vive el individuo y el sueño colectivo que lo arrastra. La ideología, que Althusser define como un sistema que necesita “proyectarse” socialmente, constituye de forma clara y evidente una fantasmagoría, y los aparatos ideológicos de Estado son diferentes fantascopios propensos a difundirla.