Pero no todo el mundo era igual de entusiasta, la verdad sea dicha. Los adultos le ponen en general dos objeciones a ese tipo de parques infantiles. En primer lugar, son muy feos. De hecho, son un atentado contra la estética urbana. Pero donde los adultos ven chatarra, los niños ven posibilidades. Y si los adultos no quieren mancharse, los niños lo que quieren es no aburrirse.
Y, en segundo lugar, un parque lleno de chatarra y escombros es peligroso. Los padres y las madres temían que Emdrup se convirtiera en un desfile de piernas rotas y cráneos abiertos. Pero al cabo de un año apenas habían tenido que poner unas cuantas tiritas. Un agente de seguros británico quedó tan impresionado tras visitar varios parques infantiles de escombros, que fijó una prima más baja que la de parques infantiles ordinarios.