April, Adam Y La Trayectoria De Los Planetas

disfrutando de la historia que me contaba aquella preciosa melodía.

La historia de una chica llamada April Harper y de un chico llamado Adam Clayton.

Una chica que creía tener el don de romper el corazón de los demás y un chico que lo tenía de piedra.

Una canción que para ellos no tendría título, pero que, a ojos de cualquiera que hubiera tenido la suerte de cruzarse con ambos corriendo de la mano por las calles de Nueva Orleans y matando monstruos, solo podría llevar uno escrito...

April, Adam y la trayectoria de los planetas.

La vida les pesaba menos a cada beso que se daban.

Todo lo hacía.

Supongo que en eso consiste vivir, en no olvidar que algún día dolió, pero también en recordarse que el sol sigue asomándose cada mañana.

Dentro del universo habitan mil universos más pequeños. Con sus propias galaxias, planetas, agujeros negros. Inmensos, infinitos, únicos.

Eso había aprendido Adam. Y así se sentía. Como dentro de uno propio que quizá no era el más perfecto de todos, pero que era el suyo, y le parecía más bonito que ningún otro. Y puede que tuviera un pasado oscuro, algunas partes feas y grietas, como las que adornaban el techo de su habitación, pero ni siquiera sabía cuántas, porque hacía tiempo que había dejado de contarlas. Solo estaban ahí, formando parte de ellos junto a todas las cosas bonitas que habían ido surgiendo. O como las líneas del suelo que April seguía vigilando inconscientemente para proteger a Otto de sus fantasmas, pero de las que cada día se olvidaba un poco más.

—Sky lo cuidará mientras nosotros creamos aquí nuestro propio universo.

Sky.

Ella.

Nunca un nombre había significado tanto.

Y April oyó los planetas chocar una última vez, antes de perderse dentro de un beso y parar su trayectoria para siempre.

—Voy a estar a tu lado, April. No me voy a ir a ninguna parte, pero tienes que dejarlo ir. A Otto. Tienes que dejar de cuidarlo y cuidarte a ti.

—¿Y cómo sé que estará bien?

—Y sí. Le gustas. A Otto. Porque a mí también me gustas.

—¿Lo veías cuando estabas conmigo?

—A veces.

—¿Le gustaba?

April se rio.

—¿Cómo vas a gustarle si no existe?

—A nosotros nos gustan cosas que no existen. ¿Por qué no podría ser al revés?

April pensó en unicornios, dragones y superpoderes.

—Me gusta tu teoría, Clayton.

—Gracias. Debajo de este montón de huesos hay un hombre muy inteligente.

—A veces aún oigo los planetas. Se mueven. Hacen una trayectoria circular, hasta un punto en el que se paran y después giran de nuevo.

no sería un camino fácil, pero ¿acaso lo son las cosas que de verdad importan?

Decir adiós siempre es complicado